EL QUE SE ENGRANDECE A SÍ MISMO, SERÁ
HUMILLADO; Y EL QUE SE HUMILLA, SERÁ ENGRANDECIDO. Lc 14,1. 7-14
XXII DOMINGO
ORDINARIO C
El Señor Jesús nos invita a cambiar nuestra
manera de relacionarnos para poder seguirlo y construir la comunidad.
+ Fabio Martínez Castilla
II Arzobispo de Tuxtla
Gutiérrez
El
Señor Jesús, nos presenta nuestra manera de proceder: Todos
buscamos los primeros lugares y queremos ser siempre los más
importantes. La humildad está fuera de los criterios del mundo que busca
grandezas, poder, riqueza y placer. Ante esta realidad, Jesús nos propone la
actitud evangélica del verdadero discípulo: La humildad, que es como decía santa Teresa, “un vivir la verdad”
lo que somos delante de Dios y situarnos como hermanos delante de los otros. La humildad es el arte de: Ocupar nuestro
lugar y respetar el lugar del hermano. Lo que importa es que todos estemos como
familia en el banquete.
El
otro elemento que nos propone Jesús es la
gratuidad en el hacer las cosas, nunca actuar por interés o por conveniencias sino por un amor fraterno
sincero, donde solo Dios nos
recompensará. Por esto hay que invitar a los pobres, cojos, ciegos, a
aquellos que no pueden devolvernos nada y que son los que necesitan comer…
Todos necesitamos aprender de Jesús, él
es el maestro de la humildad; todo un
Dios que se hace carne y comparte toda nuestra vida hasta morir por nosotros.
Es Jesús que nos dice que él ha estado en medio de nosotros como el que sirve y
por esto nos invita a aprender de él que
es manso y humilde de corazón (Mt 11,29). Ojalá que nosotros los
bautizados, vivamos con orgullo nuestra fe y pongamos de moda la humildad en
nuestro mundo.
San
Agustín nos presenta la humildad como el
fundamento de las demás virtudes, la humildad es todo un ejercicio de vivir
en la verdad que nos libera y construye la comunidad; por esto el libro del
Eclesiástico 3,19-21 nos dice: Hazte
tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor.
San Francisco de Asís, decía: “Lo que el
hombre es delante de Dios, eso vale y nada más”.
Construyamos
nuestras familias y la comunidad con
nuevas actitudes en nuestras relaciones. La humildad es la mejor medicina para
sanar heridas entre nosotros, y no necesita receta como los antibióticos ahora.
Vivamos el arte cristiano de ser pequeño
para ser grande a los ojos de Dios. “La
única cosa que no es envidiada es el último lugar”.(Santa Teresa del Niño
Jesús)
Nuestra
tarea de esta semana y de siempre es aprender
a ser grandes a los ojos de Dios haciéndonos pequeños y servidores de nuestros
hermanos, es decir, necesitamos proceder en nuestras relaciones con
humildad, esa humildad que no es andar tristes y apachurrados sino la alegría
de saber situarnos en la verdad de lo que somos ante Dios y ante nuestros
hermanos.
Oremos todos: Jesús manso y humilde de
corazón, haz mi corazón semejante al
tuyo.
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