Boletín de prensa
Tuxtla Gutiérrez, Chis., 09 de junio del 2013
Cada 12 de junio, desde hace varios años, las organizaciones del Trabajo han hecho un llamado para erradicar el trabajo infantil.
La Iglesia tiene algo que decir, porque si bien es cierto que el trabajo en sí mismo no es malo, sino al contrario, es la oportunidad que cada ser humano tiene para desarrollarse cada vez más como persona, es decir, que el trabajo le dignifica.
Cuando el trabajo permite que la persona, no solo busque sus ganancias económicas en sí mismas sino, el sustento justo para sí mismo y su familia, entonces este trabajo es una bendición.
No así en los niños, quienes no debieran preocuparse por trabajar, sino que deben aprender a desarrollar su vida en otros aspectos, como es el juego, el estudio, el desarrollo deportivo, las relaciones sanas en la familia. Pero no pueden estar preocupados por el sustento propio, porque se corre el riesgo de mutilarles una etapa importante en su vida.
No debe confundirse con la responsabilidad que tienen los padres de ayudar a que los niños y adolescentes, se esfuercen y asuman sus propias responsabilidades, así como, aprender a realizar su deber en bien de su ambiente familiar, cuidando el orden y las cosas que son de la familia.
El trabajo injusto al que son sometidos muchos niños y que andan en la calle, exponiéndose por una moneda, es por el que debemos estar en contra, abusar de la inocencia de los niños o manipularlos para alcanzar de ellos ganancias económicas son una tremenda violación a sus derechos. Además, de que detrás de esos niños hay adultos que les extorsionan.
El documento de Aparecida (Cfr. 439) nos ha recordado la terrible pobreza en la que muchos niños se encuentran, razón por la que sus padres les obligan a trabajar, no es una justificante, pero sí es un reclamo ante la pasividad en la que nos encontramos para ayudar. Las autoridades, las organizaciones, y toda la sociedad tenemos la gran responsabilidad de velar por el bien de los niños. ¿Qué estamos haciendo ante esta realidad? ¿A qué nos compromete? Cada uno desde su realidad y encomienda puede dar una respuesta a esta situación.
Por eso debemos recordar que “La opción preferencial por los pobres nos impulsa, como discípulos y misioneros de Jesús, a buscar caminos nuevos y creativos, a fin de responder otros efectos de la pobreza. La situación precaria y la violencia familiar con frecuencia obliga a muchos niños y niñas a buscar recursos económicos en la calle para su supervivencia personal y familiar, exponiéndose también a graves riesgos morales y humanos”. (Documento de Aparecida 409)
+Fabio Martínez Castilla
Arzobispo de Tuxtla
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