HOMILÍA DEL DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Mons.
Fabio Martínez Castilla
Celebramos
hoy en la Trinidad el inmenso amor de Dios por nosotros, es un misterio de amor, por esto el Papa J.P.II decía: el Misterio de la Santísima Trinidad no es para entenderlo sino para vivirlo, es
en la medida que lo vivimos que lo entendemos. El amor de Dios por nosotros es
tan grande y actual que lo podemos experimentar como Padre que nos crea y nos
da vida hoy; como el Hijo de Dios en medio de nosotros que nos salva y nos
libera hoy; como el Espíritu, el enviado del Padre y del Hijo, que nos
consuela, conduce y santifica hoy.
Es el mismo Señor Jesús quien nos revela al
Padre y al Espíritu Santo; quien
nos dice que tenemos un Padre que nos ama y por este amor él se hizo carne para
salvarnos. Es Jesús quien nos manifestó la totalidad de su amor en la cruz y es
él quien nos dijo que convenía que él se fuera
para que recibiéramos al Espíritu, al Paráclito que está a nuestro lado.
La
fiesta de la Santísima Trinidad nos
invita a meternos en este mar del
amor de Dios, a gozar de su amor entrando
en intimidad con este único Dios
en sus Tres Personas. Podemos cada día experimentar este amor del Padre
Dios que nos da la oportunidad de vivir y de gozar todo lo creado; experimentar
el abrazo misericordioso de Jesús que nos perdona y nos invita a una vida nueva
y que cada día nos dice: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en
abundancia; podemos experimentar la acción del Espíritu Santo que nos va
metiendo a la vida del amor para parecernos a Jesús que pasó por este mundo
haciendo el bien. El Padre Dios nos crea, Jesús el Hijo nos salva y el Espíritu
nos santifica.
Gocemos este amor
Trinitario de Dios
viviendo cada día y cada acontecimiento
en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu, aprendamos a poner nuestra
vida, trabajos y preocupaciones en las manos de la Divina Providencia. Este
amor Trinitario que nos compromete a construir la comunidad, la Comunión y
Participación en la vida de la Iglesia, a crecer en nuestras relaciones de hermanos movidos por el amor de Dios.
Mis
hermanos que toda nuestra vida tenga ahora más fuerza viviéndola en el nombre
del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
Seamos personas de comunidad, de fraternidad y unidad porque Dios es comunidad.
Saboreemos en esta semana y siempre este inmenso amor de Dios por nosotros,
confiemos en la Divina Providencia, y que
todo lo que hagamos sea en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Así sea.
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