SEAMOS FELICES VIVIENDO UN NUEVO PENTECOSTÉS
El gran Don, el maravilloso regalo del Padre y del Hijo para la humanidad es el Espíritu Santo.
El secreto de la vida cristiana está en vivir en el Espíritu, es decir, necesitamos dejarnos conducir por el Espíritu para ser como Dios quiere que seamos:
Parecidos a Jesús que pasó por este mundo haciendo el Bien. Act. 10,38.
“En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios”. Rom 8,14.
Preguntémonos ¿QUIÉN CONDUCE NUESTRA VIDA?
Nuestro problema es que: En la práctica le hacemos poco caso al Espíritu Santo.
Lo hemos recibido en nuestro Bautismo, pero no vivimos nuestro Bautismo, no estamos viviendo la alegría de ser Hijos de Dios… Estoy seguro que todos conocemos la fecha de nuestro nacimiento, pero estoy seguro que muy pocos, ojalá y yo me equivoque, recordamos la fecha de nuestro Bautismo; el día de nuestro Nacimiento a la Vida de Dios ¿Cuándo te Bautizaron?
Todos necesitamos desempolvar y avivar nuestro Bautismo.
Muchos de nosotros ya somos Confirmados. Recibimos una efusión especial del Espíritu para ser testigos, apóstoles y mártires de nuestra fe. Es decir, para vivir en serio, con alegría y valentía nuestra dignidad de Hijos de Dios. Pero muchos no vivimos nuestra Misión de ser testigos por la fuerza del Espíritu, estamos apagados; por esto: Urge que despertemos y encendamos nuevamente nuestros corazones. Seamos en Verdad: Templos del Espíritu Santo, hombres y mujeres con un corazón nuevo.
Reflexionemos la fuerza transformadora del Espíritu en nosotros por sus Dones.
LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO SON SIETE:
Sabiduría: Por este Don nos gustan las cosas de Dios y buscamos su voluntad.
Entendimiento: Con él comprendemos la Palabra de Dios y las verdades de nuestra fe.
Consejo: Para saber lo que tengo que hacer para agradar a Dios y poder aconsejar también a los demás.
Ciencia: Con él vemos las cosas y las valoramos según Dios para saber usarlas.
Fortaleza: Para vencer las dificultades y ser fieles al Amor de Dios y a nuestros hermanos, aún en los casos más difíciles.
Piedad: Por este don consideramos a Dios como Padre, le hablamos, le escuchamos, vivimos con Él con la confianza de hijos y vivimos el amor al hermano. Es piadoso el que ama a Dios y a sus hermanos.
Temor de Dios: Es un temor de ofenderle aún en lo más pequeño porque se le quiere y no queremos alejarnos de su amor. Supone respeto y amor, no miedo.
Necesitamos Vivir un Nuevo Pentecostés, Personal, Familiar y Comunitario para Transformar Nuestra Sociedad desde el amor, la justicia y la solidaridad fraterna.
Este Pentecostés exige de nosotros un Vivir Abiertos al Espíritu y ser conducidos por Él. Para esto nos ayuda en la práctica lo que nos dice la carta a los Romanos en el capitulo 12, 2: “Que no nos acomodemos al mundo presente, antes bien, nos transformemos mediante la renovación de nuestra mente, de manera que podamos distinguir cual es la Voluntad de Dios: Lo Bueno, lo Agradable, lo Perfecto”.
“VEN ESPÍRITU SANTO A RENOVAR NUESTRO CORAZÓN...”
SI ALGUIEN TUVIERA UN AMIGO QUE FUERA CAPAZ DE TODO….
Ese alguien sería la persona más afortunada del mundo.
Pues bien, cada uno de nosotros los cristianos somos ese alguien afortunado.
En Pentecostés, no sólo recordamos la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, sino la verdad de nuestra fe de que cada cristiano tiene a su lado a ese Experto Consolador capaz de todo que es el Espíritu Santo.
Espíritu Santo, a quien Cristo alguna vez llama “Paráclito”, palabrita rara pero de lo más expresiva, porque en griego significa “el que está a lado”.
Y el Espíritu Santo está a nuestro lado:
Para consolarnos en nuestras tristezas….
Para aconsejarnos en nuestras dudas…
Para animarnos en nuestros desalientos…
Para darnos fuerzas en nuestras luchas…
O sea, el amigo ése del que hablábamos al principio y al que hoy le pedimos que llene los corazones de sus fieles y encienda en ellos el fuego de su Amor.
SEAMOS FELICES VIVIENDO UN NUEVO PENTECOSTÉS
CONSAGRACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Oh ESPÍRITU SANTO recibe la consagración perfecta y absoluta
de todo mi ser.
Dígnate ser en adelante en cada uno de los instantes de mi vida y en cada una de
mis acciones:
Director, mi luz, mi Guía, mi Fuerza y el Amor de mi corazón.
Yo me abandono sin reserva a tus promesas divinas y quiero ser siempre dócil a tus inspiraciones.
¡Oh Espíritu Santo! Transfórmame con María y en María en otro Cristo Jesús,
para gloria del Padre y salvación del mundo.
+Mons. Fabio Martínez Castilla
Arzobispo de Tuxtla
No hay comentarios:
Publicar un comentario