jueves, 23 de mayo de 2013

"Acompañemos a los sacerdotes con el afecto y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios": CEM



Fiesta de Jesucristo, Sumo y eterno sacerdote


de Eugenio Andrés Lira Rugarcia
 
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM












Hoy celebramos la fiesta de Jesucristo, Sumo y eterno sacerdote, tal y como lo presenta la carta a los Hebreos (10, 12-14). Jesús es el único Sacerdote, que con su sacrificio en la Cruz, nos ha consagrado para Dios (cfr. Hb 10,14). Él, que por amor lo había creado todo, se compadeció de nosotros cuando, a causa del pecado cometido por los primeros padres, quedamos sometidos al mal y a la muerte.
Entonces, haciendo suyo del deseo de Dios Padre que quería salvarnos, se encarnó de la Virgen María, nació en Belén, y ungido por el Espíritu Santo pasó haciendo el bien, amando hasta el extremo de padecer, morir y resucitar para rescatarnos del pecado, convocarnos en su Iglesia, comunicarnos al Espíritu Santo y hacernos hijos de Dios, partícipes de su vida plena y eterna. Por eso, el profeta Isaías, divinamente inspirado, exclamaba: “Por sus llagas hemos sido curados” (52,13-53,12).
¡Cuántas maravillas ha hecho el Señor a favor nuestro! (cfr. Sal 39) No podemos sino sentirnos infinita e incondicionalmente amados por Él, que en la Última Cena inventó una forma de dársenos en alimento y unirnos a Dios en la Eucaristía, regalo extraordinario que da vida eterna, y que puede perpetuarse gracias a que en la última Cena Jesús hizo a sus apóstoles y a sus sucesores, los obispos y sus colaboradores los presbíteros, partícipes de su sacerdocio único y eterno, a favor de toda la creación.
Así, “aquello que el Hijo de Dios obró y enseñó para la reconciliación del mundo, no lo conocemos solamente por la historia de sus acciones pasadas, sino que lo sentimos también en la eficacia de lo que Él realiza en el presente”[1], como decía san León Magno. ¡Sí! Jesús sigue actuando, especialmente a través de sus sacerdotes, por medio de la triple función que les ha encomendado: ser maestros de la Palabra, ministros de los sacramentos y guías de la comunidad[2].
Por eso, el Papa Benedicto XVI afirma: “Los sacerdotes son un inmenso don para la Iglesia y para la humanidad”[3]. Lo son, porque participan del sacerdocio de Jesús, quien, como explicaba el Papa Pío XII “es sacerdote, pero no para sí mismo, sino para nosotros”[4]. De ahí que el Papa Francisco afirme que la unción que los sacerdotes reciben, “es para ungir al pueblo fiel de Dios al que sirven; su unción es para los pobres, para los cautivos, para los oprimidos” [5].
Comprendiendo esto, demos gracias a Jesús, sacerdote eterno, por todo su amor, y  acompañemos a los sacerdotes con el afecto y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios.


[1] Tractatus 63 (De passione Domini 12).
[2] Cfr. Presbiterorum Ordinis, 4-6, Pastores dabo vobis, 26, Directorio para la vida y ministerio de los presbíteros, Carta Circular El Presbítero, Maestro de la Palabra, Ministro de los Sacramentos y Guía de la Comunidad.
[3] Carta para la convocación de un año sacerdotal con ocasión del 150 aniversario del dies natalis del santo cura de Ars, 2009.
[4] Mediator Dei, AAS 39, 552.
[5] Homilía en la Misa Crismal, Jueves Santo 2013.

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