México, D.F., 10 de mayo de 2013
B. 29 / 2013
El 10 de mayo celebramos el Día de la Madre, ocasión propicia para dar gracias a Dios por el don incomparable de la maternidad, y para agradecer a cada mamá por lo mucho que significa para nosotros y para la humanidad, ya que la vida, supervivencia y desarrollo de los hombres y mujeres depende de las madres.
Es tan grande el amor de una madre que el propio Dios, al revelar en el Antiguo Testamento su esencia, que es su misericordia, utiliza especialmente la palabra hebrea rahamim, cuya raíz, rehem, significa regazo materno. Es más, Él mismo, al hacerse Hombre, quiso nacer “de una Mujer” (Gál 4,4)
La madre, a la que el Creador ha confiado el don de la vida, es sonrisa de Dios para el niño que concibe y da a luz; lo cuida y alimenta, lo acepta como es, brindándole todo su amor; lo acompaña con ternura siempre, particularmente en la enfermedad y en los momentos difíciles; guía sus pasos y lo educa en la ciencia de la vida, ofreciéndole su comprensión, servicio y perdón.
Sin embargo, muchas mamás enfrentan situaciones difíciles: las madres solteras o abandonadas, las viudas, las maltratadas, las que padecen la indiferencia o ingratitud de sus hijos o del mundo, las que se sienten solas, las que sufren por un hijo enfermo o que va por mal camino, las que están enfermas, las que pasan grandes apuros para sostener su hogar, las que sufren algún tipo de explotación, y las que lloran la muerte de un hijo.
La Palabra de Dios nos recuerda el deber de honrar a la madre (Dt 5,16), lo que implica amarla, valorarla, respetarla, cuidarla, obedecerla y ayudarla siempre, especialmente en la enfermedad, la necesidad y la ancianidad. Escuchando la voz de Dios, esforcémonos todos por hacer de nuestra familia y de nuestra sociedad lugares en los que se valore, respete, promueva y defienda la maternidad y el don de la vida humana.
Y si nuestra madre ha partido de este mundo al cielo, tengamos presente que los lazos de amor que nos unieron a ella en esta tierra no se extinguen con la muerte. Oremos por mamá para que Dios le dé el descanso eterno, con la seguridad de que también ella pide al Creador por nosotros.
¡Muchas felicidades a las mamás, y que Dios les conceda, por intercesión de su Madre Santísima, todas sus bendiciones!
Por los Obispos de México.
+José Francisco, Cardenal Robles Ortega
Arzobispo de Guadalajara
Presidente de la CEM
+Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de México
Secretario General de la CEM
No hay comentarios:
Publicar un comentario