domingo, 9 de junio de 2013

Nuestro Dios, Señor de la vida

Mons. Fabio Martinez Castilla

Jesús se nos presenta como el Dios y Señor de la Vida. Dentro de la sociedad judía, las viudas eran las personas más débiles y pobres; por eso Dios se había proclamado su defensor.
           
La primera lectura I Re 17, 17-24 y el Evangelio Lc 7, 11-17 nos cuentan dos hechos bastante parecidos. Se trata de dos viudas que habían perdido a su único hijo, pero volvieron a la vida por una intervención de Dios. Estas mujeres representan a toda la humanidad completamente desprotegida ante la fuerza y el triunfo de la muerte. ¿A quién podrían los hombres acudir?  ¿Quién sería capaz de socorrerlos?

La primera  lectura y el Evangelio muestran que nuestro Dios, es el Señor que da la vida. Él no abandona al hombre a la muerte, lo resucita para que viva para siempre. Y la segunda lectura Gal 1, 11-19 nos invita a que como San Pablo estemos dispuestos a cambiar de ideas y de actitudes para poder acoger el proyecto del Dios de la vida, un Pablo que perseguía encarnizadamente a la Iglesia y se transforma en el gran apóstol de la Buena Nueva del Señor Jesús.

San Lucas nos presenta en el pasaje de hoy a: Jesús Vencedor de la Muerte, pero para esto Nos Invita a Mirar el Corazón de Jesús, la Actitud de Jesús ante la Persona que Sufre. El Señor ante esta viuda que ha perdido a su único hijo: La Vio, se Compadeció de ella y le dijo: No Llores. Luego Se  Acercó al ataúd, Lo Tocó, y los que lo llevaban Se Detuvieron.

Ante el drama de la muerte en todos sus sentidos que nos esta robando la felicidad, Jesús también  nos ve, se compadece y quiere acercarse a nosotros y tocarnos; pero Necesitamos Detenernos Frente a Jesús y así escuchar el: Joven, Yo te lo Mando, Levántate. El joven se levantó y comenzó a hablar. Jesús se lo entregó a su madre.

Somos, Hoy, Invitados por Jesús a Levantar Nuestra Vida. A Dejar Nuestro Ataúd. ¿Tenemos algún ataúd que nos está llevando por caminos de muerte hoy? En nuestra realidad personal que nos toca vivir, aceptemos al Señor Jesús que se nos acerca, nos toca y nos dice: Joven, levanta tu vida y tus estudios; Esposos, levanten  su matrimonio; Sacerdotes, levanten su sacerdocio; Trabajadores, levanten su trabajo; Novios, levanten y enderecen su noviazgo; Grupos Apostólicos, levanten su compromiso comunitario; Religiosas, levanten su entusiasmo por el Señor. Servidores públicos, levanten su servicio a la comunidad buscando el bien común; a los que son esclavos de algún vicio, tómense de mi mano y levántense; a la Madre soltera, ánimo yo estoy contigo; a las mujeres abandonadas que tienen que luchar por ser padre y madre, no se dejen vencer. Jesús se acerca a tantas mujeres en dificultad a través de la Eucaristía. Y a todos nosotros, Jesús quiere que nos demos una nueva oportunidad de vivir y de hacer las cosas  de tal manera que hagamos el milagro de una vida nueva.


Mis hermanos: que también nosotros agradecidos con Jesús que nos ha levantado, nos acerquemos al hermano que sufre, lo toquemos y lo ayudemos a levantarse. Y al Dios que nos da la vida, al vencedor de la muerte, digámosle: Te alabaré, Señor, eternamente. Así sea.

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